Me desperté sobre las tantas de la madrugada, sudando entre las revueltas sábanas de mi cama. Había sido una noche bastante rara, pero no lo demasiado para mi agitada e inquieta mente.
Labios, ojos oscuros, pelo moreno, sonrisas, caricias, roces, respiraciones entrecortadas, bonitas palabras, movimientos, sentimientos, pensamientos y dos cuerpos fundiéndose en uno. La misma pulsación, acelerada, liberando calor e impregnando el colchón de sudores. Rodando hacia un lado, hacia el otro, cambios de posiciones, frases entre gemidos de gozo y de placer, de amor y de dolor.
Clímax, éxtasis imposible de describir. El amor consumado, hecho acción, de disfrute inconfesable, pero para nada vergonzoso...
Decidí pensar, mientras la ceniza de mi cigarro yacía sobre el cenicero, y la colilla moría lentamente, que hay veces que la realidad supera a los más grandes sueños.
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